
Da pena pensar en todos aquellos momentos, en los que por una vez, te sentiste feliz. Es duro, también, dejarlos atrás. Es duro, conseguir otros así. La vida, tan traicionera como incomprensible, te los regala como pequeñas cuentas de un collar a construir. Algunos dicen que lo que hay que hacer es coger esas cuentas, juntarlas, reunirlas una a una, y colgarse el collar de una vez. Otros se limitan a disfrutar esos cortos momentos. En cuanto a mí, de sentimiento turbado por naturaleza, no quiero pensar en ello, sobretodo, porque para mi no los hay.
La vida, eso que algunos adoran, es para unos pocos una mierda, un camino con un final muy largo y baches cada dos metros. Entre esos dos metros me he situado durante años, pero, ¡ay, pobre de mí!, ahora toca avanzar. Y la verdad, da miedo.
Arpa, arpa, arpa.