Mis cenizas se esparcieron en el cesped por el que una vez caminé, bajo los árboles que una vez me dieron sombra, sobre las rosas que una vez admiré, y al lado de una valla en la que cotilleé. Y cuando mis amigos se despidieron, un viento llegó y pasó lo que quedaba de mi al aire. Cuando miré abajo al mundo, empecé a despedirme de él. Me despedí de las vallas blancas, y de los coches en la entrada, de las tazas de café y aspiradoras. Me despedí de todas esas cosas que pareces normales, pero que cuando las juntas, forman una vida en conjunto. Una vida, que verdaderamente fue única. Y es que te diré algo; no es duro morir cuando sabes que has vivido. Y yo viví, vaya si viví.
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