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Y entonces sintióque una espina le perforaba en el corazón. Le dieron igual las espadas, arcones y flechas que pasaban a escasos centímetros de su cabeza. Corrió, con una serenidad que nunca hubiese imaginado hacia el cuerpo tendido en el suelo. Y la vió susurrando. Decía su nombre. Ese momento era el mejor de toda su vida. Era lo peor que le podía pasar. El miedo de la batalla se convirtió ahora en un odio que no podía contener. Acabó con todo, con todos. Pero se fue satisfecho, había sido su ultima palabra, había estado en su último aliento, había formado parte de alguien.

Así que sin pensarlo dos veces, y con su mente metida en la de su enamorada, se acercó hacia el desfiladero. Vio una película grabada en sus memoria, la de su vida. Ni nostalgia, ni pena. Porque en ese momento supo que lo mejor era lo que tenía por delante. Dio un paso y:

Años después:

Cuentan que no encontraron su cadáver, cuentan que no encontraron ni uno de sus pelos. Nada. Tan sólo un rastro de sangre junto a lo que parecía un esqueleto de una mujer. A la que le faltaba una costilla.